jueves, 24 de julio de 2008

LXXXI

Las palabras verdaderas no son agradables;
las palabras agradables no son verdaderas.
El hombre de bien no es un orador;
un orador no es un hombre de bien.
La inteligencia no es la erudición;
la erudición no es la inteligencia.

El santo se cuida de amasar;
al dedicarse al prójimo, se enriquece
y, después de haberlo dado todo,
posee todavía más.

La vía del cielo tiene ventaja y no daña;
la virtud del santo actúa sin nada más.

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