lunes, 20 de marzo de 2023

Al regresar al dormitorio, Michael se sorprendió de encontrarlo completamente  a oscuras. Las ventanas estaban cerradas del todo. A tientas, se acercó a la  cama y notó el cuerpo de Apollonia debajo de las sábanas. Se desvistió y se  metió en el lecho. Alargó una mano y tocó una piel desnuda y sedosa. Era  evidente que Apollonia no se había puesto el camisón, lo cual encantó a  Michael. Lentamente, con sumo cuidado, puso una mano en el hombro de ella,  para que se volviera hacia él. Ella giró sobre sí misma muy despacio y los  dedos de él rozaron un seno suave, pleno. Michael la tomó entonces con  fuerza entre sus brazos, mientras le daba un profundo y apasionado beso en la  boca.  

La carne y el sedoso cabello de Apollonia, que mostraba un súbito entusiasmo,  lo envolvieron en un frenesí tan erótico como virginal. Cuando Michael la  penetró, ella soltó un grito ahogado, permaneció quieta por un instante y a  continuación empujó la pelvis contra él y le rodeó la cintura con las piernas.  

Cuando ambos alcanzaron el orgasmo estaban unidos con tanta fiereza, y  presionaban el uno contra el otro con tanta violencia, que al separarse sintieron  un temblor semejante a los espasmos que anteceden a la muerte.  

En el curso de las noches y semanas que siguieron, Michael Corleone  comprendió el motivo por el cual los pueblos socialmente primitivos concedían una importancia enorme a la virginidad. Fue un período de sensualidad y  sentimiento de poder masculino que nunca antes había experimentado. En  aquellos primeros días, Apollonia se convirtió casi en su esclava. Existiendo  confianza y amor, la conversión de una muchacha virgen en “mujer” es algo tan  delicioso como una fruta en su punto exacto de madurez. 

El Padrino, de Mario Puzzo

No hay comentarios: